Revista FOGAL N°3

rené apallec

FOGAL N°3. Mitología volátil

Breve comentario crítico de Daniel Bernal

El trabajo de René Apallec aparece envuelto en un misterio biográfico. En 2007 se dan a conocer más de un centenar de trabajos firmados bajo este nombre y supuestamente encontrados en un ático de Toulouse. Se especula sobre su posible fecha de nacimiento a finales del siglo XIX. Su obra habría permanecido oculta hasta ahora. En plena era de identidades líquidas, su mera existencia y su obra pictórica nos introducen no solo en un ejercicio perceptivo, sino que es la antesala de un cuestionamiento sobre la interpretación entre tiempos divergentes: ver y juzgar desde este concreto punto temporal, un pasado fingido a la manera de Pierre Menard, autor del Quijote. Mirada que ficcionaliza al propio creador -¿qué estatuto le cabe tras una experiencia como la de Nat Tate?- convirtiéndolo en parte del propio entramado artístico.

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Revista FOGAL N°3 - Gueule cassée n°173Sus collages abordan diversos motivos. Detengámonos por un momento en la serie Gueules Cassées: decenas de caras retratadas con aire marcial, que reflejan el aura de la autoridad, la fuerza y las armas. Pero cuyo inequívoco núcleo -sus rostros- aparece definido por la deformación (mandíbulas desfiguradas -proyectadas como elongaciones o contraídas-, desaparición de narices, alteración de las líneas faciales). Se alude así a las secuelas del período bélico del primer tercio del siglo XX en Europa, resaltando esa huella indeleble y grotesca, la cicatriz que portarán los sujetos durante el resto de sus vidas.

En la serie Vue de l’arrière también puede contemplarse un cruel expresionismo sobre la guerra y la muerte.

 

Piénsese en la descripción cuasi fisiológica que presenta Platón en el Timeo, especialmente en lo referente a la cabeza, asiento de la inteligencia y del alma inmortal, y cuya centralidad podría asumirse como arquetipo o imagen del mundo. En efecto, no se trataría aquí solo de la parte anatómica más reconocible del ser, sino el símbolo por antonomasia del ordenamiento del cosmos. Es por ello que las diversas series de collages en las que René Apallec sustituye las cabezas humanas por otras pertenecientes a animales (aves varias en Mythologie volatile, caballos en La chevaulerie, reptiles, seres marinos en Aquaphilie o pelucas en La Perruquerie), guardan un especial interés.

Cabría apuntar, en definitiva, hacia un proceso de transformismo que comporta una decapitación simbólica: los contextos en que dichos individuos son representados se conservan, incluso el resto de la anatomía humana, pero sustituyendo ese eje superior. Esta decapitación simbólica actúa bajo la operación de la ironía romántica. Recordemos que, según Schlegel, la unión de elementos antagónicos en la ironía trasluce una tensión no resuelta entre ellos.

[Sería conveniente rememorar, asimismo, las palabras del crítico Manuel Sánchez Oms sobre un cierto principio de antítesis ínsito al collage: “El collage supone la apertura a cualquier tipo de materiales y componentes, con tal de que sean enfrentados en la obra, tanto por ser distintos (desde el papier collé cubista hasta el combine-painting) como por contener imágenes que no se corresponden lógicamente (collages de Max Ernst), o por contraponer irracionalmente distintas formas (fotomontajes dadaístas)”].

« la psique no humana, lo infrahumano instintivo, así como el lado psíquico inconsciente »

De este modo, si en un inicio se podría conjeturar sobre el simbolismo ascensional de las aves, lo cierto es que las imágenes se nos presentan revestidas de un toque irrisorio, modelando un conjunto risible y aun ridículo: la cotidianidad humana o su trascendencia aparecen rebajadas, poniendo en cuestión esas categorías y generando una suerte de híbridos. Lo animal dejaría de representar « la psique no humana, lo infrahumano instintivo, así como el lado psíquico inconsciente » tal como sostenía Carl Gustav Jung. La decapitación simbólica y el transformismo animal nos remitirían, por el contrario, en la amalgama irónica, a una equivalencia visual que, al no anular el par humano-animal, realiza un ejercicio satírico.

Todo lo que es profundo ama la máscara, sentenció Nietzsche. Hay creadores que fenecen detrás de ellas. Otros, en cambio, parecen revivir en el espejeo.

Crítico de Daniel Bernal Suárez

Revista FOGAL n°3
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